El dolor es uno de los síntomas característicos de la espondiloartritis y las enfermedades reumáticas, pero no en todos los pacientes se manifiesta de la misma forma. Uno de los principales factores que determinan diferencias en las manifestaciones del dolor es el género. De este modo, además de ciertos factores biológicos, ser hombre o mujer se relaciona con otros factores sociales y culturales que influyen en la forma en que el dolor se manifiesta y se percibe.
Espondiloartritis en el hombre y en la mujer
Históricamente, la espondiloartritis se consideraba una enfermedad de hombres. Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años han ido mostrando que la enfermedad afecta a un número similar de hombres y mujeres.
En estos primeros estudios que concluyeron que había más hombres que mujeres afectados por la espondiloartritis axial, probablemente, influyeron las diferentes manifestaciones de la enfermedad según el género. De este modo, en los hombres se suele presentar inicialmente con afectación axial (de la columna), mientras que las mujeres con espondiloartritis suelen presentar más molestias periféricas, como inflamación o dolor de articulaciones y entesitis (inflamación de la zona de unión de los tendones o ligamentos con el hueso). También existen diferencias en la manera que se manifiesta el dolor asociado a la enfermedad.
Enfermedades reumáticas: impacto del dolor crónico
El dolor es un síntoma presente en una amplia gama de enfermedades y puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de las personas, su funcionamiento general y su situación social y laboral. Muchos de los que padecen una enfermedad reumática identifican la disminución del dolor como su máxima prioridad en relación con el tratamiento. No en vano, el desempeño de las actividades diarias depende en gran medida del nivel de intensidad del dolor que se padece. A la hora de combatirlo, es importante tener presente todos los factores que pueden influir en él, en cómo se manifiesta y cómo es percibido.
Dolor: diferencias de género
El dolor y sus efectos limitantes en el curso de las enfermedades reumáticas suelen ser elementos comunes que afectan más a las mujeres que a los hombres. De hecho, las mujeres con espondiloartritis axial suelen presentar con más frecuencia, dolor generalizado y/o dolor cervical.
Además, las investigaciones han mostrado diferencias en función del género, tanto en la percepción, la descripción y la expresión del dolor, así como en la necesidad de diferentes estrategias de afrontarlo, incluyendo diferentes tratamientos.
Dolor: diferencias objetivas
Las diferencias biológicas existentes entre los dos sexos contribuyen a una manifestación diferente del dolor. Los factores genéticos, así como los factores hormonales pueden actuar como mediadores específicos del dolor. En este sentido, los estudios ratifican la existencia de un componente hormonal, ya que la menstruación, el embarazo y el uso de anticonceptivos orales afectan a la respuesta de las mujeres ante el dolor. Además, existen otros factores que pueden influir en la forma de experimentarlo como la edad.
Dolor: sesgo de género y diferencias impuestas
En ocasiones, en el ámbito sanitario se produce lo que se conoce como sesgo de género. Este consiste en un trato diferenciado en función del género, aunque las afecciones y síntomas de los y las pacientes sean comparables.
Hay ciertas patologías que son más frecuentes o típicas de los hombres y ciertas patologías que son más típicas de mujeres. Esto hace que pueda haber dificultades para identificar los síntomas si son algo diferentes en el género opuesto.
Por otro lado, los factores culturales también pueden contribuir a las diferencias de género. Desde muy temprana edad, los niños y niñas son educados según normas para que respondan ante el dolor de un modo u otro (por ejemplo, “los niños son más fuertes y no se quejan cuando se hacen daño”, etc.). Estas expectativas impuestas pueden influir de manera importante en la forma en la que asimilamos el dolor y cómo lo manifestamos.
Para finalizar, los objetivos de tratamiento actuales cada vez van más centrados en que no se produzcan sesgos de género y que el dolor sea contemplado de forma más individualiza con un enfoque centrado en la persona y sus circunstancias específicas. Las intervenciones deberían promover la autonomía y movilizar los recursos personales de cada individuo. De este modo, cada paciente puede ser ayudado a alcanzar sus objetivos frente a la enfermedad, sin ninguna alusión al género.