Hasta hace relativamente poco, las personas que acudían con psoriasis al médico recibían tratamientos tópicos que no siempre solucionaban el malestar y los problemas que causa esta enfermedad. El cambio hacia una mayor comprensión de la enfermedad hasta definirla como inflamatoria y la aparición de nuevas soluciones terapéuticas están transformando radicalmente la gestión de la enfermedad.
Hemos hablado con la dermatóloga Mar Llamas, del Hospital Universitario de La Princesa en Madrid, quien nos ha aclarado en primer lugar las diferencias entre psoriasis y artritis psoriásica. “La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, con origen en un trastorno del sistema inmunológico, que se caracteriza por la aparición de placas eritemato-descamativas, habitualmente con límites bien definidos y que afectan preferentemente a codos, rodillas y cuero cabelludo, aunque puede afectar a uñas y articulaciones”, nos explica la doctora Llamas.
Se trata de una enfermedad no contagiosa que se produce por una combinación de distintos factores genéticos y ambientales. “Esto significa que una persona predispuesta a la enfermedad por el conjunto de genes que ha heredado de sus padres puede presentar la enfermedad, habitualmente tras un factor desencadenante, como el estrés, el alcohol o el tabaco”.
La artritis psoriásica es una enfermedad que afecta a entre el 10 y el 21 por ciento de los pacientes con psoriasis, generalmente antes de que aparezcan los brotes cutáneos.
Tratamientos personalizados
A su juicio, el uso de tratamientos biológicos para ambas enfermedades “nos ha permitido mejorar nuestras posibilidades de control de las lesiones cutáneas y de la clínica articular en los pacientes en los que esto no era posible”, según la doctora Llamas. Al ampliarse las opciones terapéuticas, se abren esperanzas para que los pacientes reciban tratamientos cada vez más personalizados. “El arsenal terapéutico que tenemos a nuestra disposición se ha ampliado enormemente en los últimos años con la llegada de fármacos biológicos frente a distintas dianas (anti TNF, antip40, anti IL-17) e incluso, nuevos tratamientos sistémicos como los fumaratos o tratamientos con dianas intracelulares como los inhibidores de fosfodiesterasa”, añade, “esperamos que en los próximos años tengamos a nuestra disposición nuevos fármacos biológicos anti IL23”.
Cuando los pacientes asisten a su primera consulta para la psoriasis o la artritis psoriásica, una de las preocupaciones es si el especialista estará informado de las novedades que se van produciendo: “La mayoría de dermatólogos que trabajan en el ámbito hospitalario conocen este tipo de tratamientos. E incluso, numerosos dermatólogos extrahospitalarios o del ámbito privado los conocen, aunque puedan no estar empleándolos habitualmente. No obstante, es posible que no esté tan extendida la existencia de unidades monográficas especializadas en las que sea habitual tener disponibles para cada paciente todas las opciones aprobadas”.
“Los pacientes se centran en el pronóstico y en la gama de tratamientos que pueden requerir”, indica esta especialista, “desean saber qué es esperable que ocurra en un futuro con su enfermedad y qué fármacos pueden ser útiles para aliviar sus síntomas y para mejorar o hacer desaparecer sus lesiones en la piel”. Una pregunta frecuente es también “que, tras el diagnóstico inicial, se planteen el riesgo de trasmitirlo a los hijos y la compatibilidad de los fármacos con un embarazo, por lo que les explicamos las opciones disponibles para que su enfermedad no suponga una renuncia a su deseo de formar una familia”.