Cada año, con motivo del Día de la Mujer, el 8 de marzo, oímos muchos mensajes relacionados con el machismo. Muchas veces ponemos el énfasis en problemas como la brecha salarial o la discriminación laboral, y en la violencia contra las mujeres, hechos que, con su gravedad, ocultan otras manifestaciones que afectan a la salud y la vida a las mujeres.
Una de estas circunstancias es el llamado “síndrome de Yentl”. “Este síndrome lo describió una doctora, la directora del Instituto Nacional de Salud de EEUU (NIH), Bernadine Patricia Healy”, nos explica la también doctora e investigadora María Teresa Ruiz-Cantero, “ella destapó las diferencias de género en el esfuerzo diagnóstico y terapéutico en problemas cardiacos y fue un boom”. Explica la doctora Ruiz-Cantero que ese primer estudio mostraba cómo a igual gravedad, edad y comorbilidad (otras enfermedades del paciente), se hacían significativamente más pruebas a hombres blancos respecto de hombres no blancos, y más a hombres que a mujeres, con el resultado de que las mujeres accedían más tarde y más graves a recibir la atención adecuada, con consecuencias mortales en muchos casos.
El motivo era que los síntomas “típicos” del infarto eran los síntomas “típicos en hombres blancos”, que no son los mismos a menudo en las mujeres. “Lo llamaban infarto atípico” explica Ruiz-Cantero, “estaba claro que el infarto típico en las mujeres es diferente”.
Ese estudio llevó a que se generara un volumen inabarcable de trabajos sobre las diferencias y desigualdades de género en el infarto y otras patologías cardiovasculares, y también a que, con cuentagotas, se iniciaran estudios de género sobre otras patologías.
Diferencias de género en el diagnóstico y tratamiento de la espondiloartritis
La doctora Ruiz-Cantero, junto con otros investigadores e investigadoras, ha firmado varios artículos médicos que estudian las diferencias de género en el diagnóstico y tratamiento de la espondiloartritis. “Es una patología que ha tenido hasta cinco criterios diagnósticos diferentes a lo largo del siglo XX”, explica Ruiz-Cantero, “inicialmente se consideraba espondilitis anquilosante, sólo se detectaba en las vértebras, las cuales podían llegar a su fusión, algo muy incapacitante y que puede además afectar al esqueleto torácico y a la capacidad pulmonar...” Cuando se pensaba que sólo afectaba a la columna, los investigadores observaron que había otras manifestaciones llamadas “periféricas”, que afectaban a pies y manos. La enfermedad junto con otras pasó a llamarse espondiloartritis, y en las mujeres se diferencia claramente por su mayor frecuencia de síntomas periféricos. “En una exploración de la parte posterior del talón a las pacientes con el martillo de reflejos o apretándoles, por su inflación de la inserción del tendón de Aquiles en la parte posterior del talón se produce dolor agudo e intenso: no reaccionan con una ligera molestia: ven las estrellas”.
Esa sencilla exploración permite aportar una información útil para orientar bien el diagnóstico y sospechar que estamos ante una espondiloartritis. Sin embargo, se ha mostrado que la demora en el diagnóstico es unos 4 años en hombres, y llega a los 7,5 años en las mujeres. “Lo normal es que, ante síntomas como los que describen las mujeres, erróneamente se les diagnostique por ejemplo de fibromialgia, o que se las derive a Ginecología”, añade, “hemos llegado a detectar en los registros clínicos información como que se le diga a una maestra que su dolor era por estar todo el día de pie, a un migrante que se le atribuya a que no se adaptaba bien a España, o a mujeres obesas que su problema es el exceso de peso”. Esos casos eran espondiloartritis, pero “se confundían con otras patologías o circunstancias vitales”. Esto se traduce en un peregrinar por el sistema sanitario, de la consulta de cabecera a la de traumatología, y tratamientos analgésicos que alejan a las pacientes del tratamiento específico necesario: “Con ello se oculta la enfermedad y no te encuentras mejor, se demora el diagnóstico y vas dando vueltas por el sistema de salud”, añade.
El prejuicio en los diagnósticos médicos puede venir por la literatura científica que históricamente atribuía mayor incidencia de la espondilitis en hombres que en mujeres, a lo que pueden sumarse prejuicios sexistas comunes a toda una sociedad. “En Latinoamérica, se publicó un estudio precioso a mujeres con infarto y a médicos y médicas de cabecera y especialistas de cardiología, que concluye que las mujeres no tienen poder de decidir para demandar y acceder a la atención sanitaria en un rango de opciones tan amplio como tienen los hombres”, asegura Ruiz-Cantero.
Enfatiza la doctora que no es cuestión de que hombres y mujeres empleen un lenguaje diferente para expresar sus síntomas, es que estos síntomas (expresados por pacientes) e incluso los signos clínicos (datos objetivos, como un electrocardiograma o el resultado de un análisis de sangre) son diferentes: “No es una percepción, sino una realidad, así que lo siguiente es que los libros de medicina recojan este hecho, en todas aquellas patologías que tengan síntomas y signos diferentes según sexo, con la finalidad de que los futuros médicos y médicas realicen un diagnóstico efectivo de la espondiloartritis, al buscar de forma específica síntomas y signos específicos de los hombres y específicos de las mujeres”.
Por otro lado, subraya que las leyes de igualdad recogen la necesidad de aplicar la perspectiva de género a la salud. “La ley de igualdad española, de alcance estatal, recomienda que se haga un esfuerzo diagnóstico y terapéutico diferente, pero es sólo una recomendación”. En cambio, la ley catalana de igualdad, por ejemplo, sí recoge que las carreras universitarias deben incorporar la perspectiva de género en su currículo.
No es fibromialgia
Capítulo especial merece el diagnóstico que a veces se hace de una espondiloartritis en mujeres: fibromialgia. “La fibromialgia no es una enfermedad, es un síndrome”, explica Ruiz-Cantero.
Para entenderlo, la doctora nos muestra las diferencias entre síntomas y signos: “Síntoma es la expresión subjetiva del paciente como el dolor o si siente mareo, opresión en el pecho, etc. Signo clínico es algo objetivo, que se ve, como una inflamación, el resultado de un análisis de sangre o un electrocardiograma”. Según nos explica, “si sumamos síntomas con signos clínicos, tenemos una enfermedad; y si sólo hay un conjunto de síntomas sin signos clínicos objetivos, estamos ante un síndrome”.
El problema de que se diagnostique de un síndrome como la fibromialgia es que el tratamiento es sintomático, en este caso analgésicos; en segundo lugar, sales de la consulta con una etiqueta “diagnóstica” que en múltiples ocasiones influye en el comportamiento de la persona, le hace sentirse y comportarse como enferma, además del estigma que una etiqueta supone a nivel laboral, por ejemplo; y, en tercer lugar, puede enmascarar una verdadera enfermedad que necesita tratamiento específico, como la espondiloartritis.
La solución, a su juicio, pasa por “una buena educación sanitaria, más conocimiento y más empoderamiento por parte del paciente y de la paciente”, concluye la investigadora. Si quieres saber más sobre perspectiva de género en espondilitis, en este enlace puedes leer el artículo académico que firma la doctora Ruiz-Cantero con otros tres expertos, y con el apoyo del Instituto de Salud Carlos III.